domingo, 26 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad!

Ver para creer. Esta es la carta a los Reyes Magos de mi hermana pequeña. No es que tenga mucho en común con lo que publico normalmente, pero es que no publicarla me parece un desperdicio:

Queridos “reyes magos”:



otro año mas y otro día de reyes mas. Para este año querría un ordenador portátil, de estos que hay en el Mediamark y es que ese regalo me haría la chica mas feliz del universo y también me gustaría una “monster high” (las muñecas góticas) pero recordad si no me traéis al ídolo portátil lo tomare con todas las cosas frágiles y caras que pille

PD: El que avisa no es traidor.

Como me aburro y no es bueno para el medio ambiente voy a improvisar unos cuantos ripios:

queridos reyes magos, nacidos en oriente

no os extrañéis porque sea rápida de mente.

Un portátil me gustaría que me trajeseis

pero no me extrañaría nada que no lo hicieseis.

Sere infeliz hasta la perdición

porque no me traéis el maldito portátil del co---

(eso era un taco así que lo he sancionado)

esta maldición día y noche repetiré

y a papa y mama hartare.

Así pues me despido

perdiéndome en el olvido

y con todo el corazón

que puedo tener

termino estos ripios de una vez.







Con cariñitos,besitos y amor me despido corazón( estaba siendo sarcástica)

de la simpatiquisima Julia sin amor y con desgracia

FDO:



viernes, 3 de diciembre de 2010

La Princesa de las cenizas

El príncipe Manrique admiraba los jardines del Palacio Real desde un balcón. Todo parecía estar en calma, pero detrás de las verjas del castillo, familias enteras protestaban que sus hijos morían de hambre mientras los reyes daban solomillo a sus perros. Manrique hizo un gesto de tedio y volvió a entrar en el castillo ¡Si había sido la chusma la que había elegido a su abuelo como líder después de que echaran a la despótica casa del Sol! No tenía remedio, cada vez que las cosechas eran malas, el populacho se metía con los gobernantes creyéndose muy justo. El príncipe encontraba todo esto incómodo y aburrido. Ya tenía treinta y tantos años, su cabello se estaba volviendo gris, y alguien que no ha trabajado en toda su vida no va a empezar a hacerlo a esa edad. No. Al heredero le gustaban demasiado las juergas, los romances y las aventuras como para aguantar las quejas de campesinos pedigüeños y de embajadores desdeñosos. Todos contra su familia por ser una dinastía de apenas 30 años. ¿Que se le va a hacer? Como no se podía hacer nada, Manrique decidió ir al baile que acababa de convocar, al que habían sido llamadas todas las muchachas casaderas del reino. El príncipe había abandonado a su amante hacía poco y se sentía solo.
Pero aún así...
Apenas un par de valses más tarde se dio cuenta de su error: todas esas muchachas tan jóvenes e ilusionadas soñaban con una boda y una tiara y pasear en carroza y un sepulcro en la catedral ¡Costureras y criadas intentado mezclar su sangre con la sang royale! Inaudito.
Enfadado y disgustado sin entender muy bien contra quién o quienes, vagó por los corredores vegetales dando largos besos a la botella de Champagne. El mundo empezaba a zozobrar como un barco a la deriva cuando oyó una voz rebosante de poesía le hizo volver al mundo de pronto

"En el salón de los espejos,
giran las sombras y máscaras,
¿Donde estás? ¿Donde estás?
No te hallo,
Se ha esfumado tu reflejo.

En el bosque donde silba el viento
las ramas crujen bajo tu peso
Te dieron collar de cuerda,
¿Donde estás? ¿Donde estás?
No te hallo,
la lucha te alzó contra el cielo.

Marchaste a la lucha,
marchaste al asedio,
a defender tu cruz con celo
¿Donde estás? ¿Donde estás?
No te hallo,
y ya se han marchitado mis besos."

La aparición, de blanco y vestida como una dama de otra época, también parecía haber tenido un romance con la botella esa noche. Tenía el pelo largo, rubio y lacio de las princesas del imperio, y hablaba con el acento de la gente del continente. Aun así...
Había algo de irreal en ella. La forma en la que los rayos de la luna parecían atravesarla era algo extraño.
Aún así, se giró cuando vio al príncipe, y, en lugar de tratarle con la deferencia con la que todo el mundo le trataba, señaló la botella y pidió
-¡Unas cuantas burbujas para aliviar las penas, si puede ser!
Manrique esbozó una sonrisa amarga y bebió con la mujer. Por fin alguien que parecía comportarse sin poses ni reverencias. De joven debió haber sido muy bella, pero ya tenía la cara surcada por las arrugas, aunque que daba algo especial en torno a ella.
Al cabo de un par de tragos, empezaron a bailar un vals sin ritmo ni coordinación al son de las armonías que llegaban desde desdibujado palacio. De repente, empezaron a sonar las doce campanadas, con la cadencia de un toque de difuntos.
La dama levanto la cabeza con cara asustada y echó a correr como una corza. Manrique intentó sujetarla agarrándola de la manga, pero la túnica, delicada como un zapatito de cristal, se desgarró dejando al hombre con un jirón de gasa blanca en la mano. La mujer alcanzó un rayo de luna y desapareció como si se hubiera vuelto de polvo.

Manrique se obsesionó con al mujer. No había casi gente del Imperio desde que se hecho a la regenta Griselda cien años antes, la primera de la larga lista de rebeliones que empezaba a arrastrar el país. La buscó por todas partes. Mandó llamar a todas las mujeres rubias del reino, pero las pocas que había eran todas niñas ñoñas o cuarentonas casadas. Parecía que el príncipe se hubiese enamorado de un fantasma.Mientras, el pueblo se iba enfadando más y más, cansados de unos soberanos que parecían no prestar ninguna atención a su pueblo, pero se desvivían por encontrar a la nueva amante del heredero.

Manrique apenas salía de sus aposentos, si no era para dar largos paseos por los corredores murmurando entre dientes "desde la reina Griselda" ¡Y si esa era la clave? ¿Y si la reina dejó alguna hija ilegítima que escapara la revolución, o alguna de sus doncellas no hubiera vuelto al Sagrado Imperio de Navie y hubiera fundado una familia? Nada más ocurrirsele la idea al príncipe, empezó a recorrer todas las antiguas salas del palacio, buscando todo aquello que pudiera darle una pista de que fue de los acompañantes de Griselda.
Hubiera sido más fácil buscar una aguja en un pajar. Después de tantas revoluciones, los restos de la mayoría de las dinastías habían desaparecido, sustituidos por los retratos y las joyas de los nuevos reyes. Además, siendo Griselda una regenta extranjera, nadie se había molestado en rescatarla del olvido.
Quizás quedaba algún registro en la biblioteca del palacio...
Se podían contar con al mano los reyes que se habían molestado en entrar allí. El silencio pesado y permanente de la sala envolvía atenazaba. Manrique rebuscó y rebuscó en los archivos, esperando encontrar una lista de desaparecidos que le diera una pista. Los archivos estaban en una pequeña sala, envuelta en polvo y presidida por un retrato que la escasa luz no dejaba ver. El príncipe buscó y buscó, pero sólo halló listas de aquellos que murieron ayudando a Blanca, la princesa que destronó a Griselda.
Lleno de furia, quemó los papeles. La luz de la hoguera le permitió ver el retrato. Era de la princesa Blanca. Sin pararse a pensar en lo que hacía, arrancó el retrato... revelando que había otro debajo.
Una mujer de piel rosada, muy bella, con un largo y rubio cabello flotando a su alrededor.
El príncipe sí se había enamorado de un fantasma.
Salió corriendo a los jardines, con la mirada desquiciada¿Qué haría ahora?Si ella no había existido, si había sido sólo un espectro atraído por el alcohol... Llevado por un impulso repentino, como siempre se había llevado, Manrique puso fin a su vida saltando a una de las profundas fuentes de los jardines. Mientras caía, casi pudo ver la forma de una mujer en el polvo que el viento traía en remolinos, cayendo con él al agua para no levantarse
***
Esa misma tarde el pueblo, harto de hambre y miseria, saqueó el palacio y le prendió fuego, acabando con los reyes y con todo aquel que estaba dentro.
Un jirón de gasa, blanca e inmaculada, revoloteó entre las cenizas hasta desaparecer