- Mira, m'hijita, si llevas plata encima, nunca te podrán llevar los demonios.
Un dicho de viejas que Aracne seguía al pie de la letra. ¿Por qué no?
Todos pensaban que era más pobre, por llevar plata en lugar de oro, pero ¿A quién le importa lo que piense la sociedad que te condena?
A Aracne no. Y menos cuando llegaron de verdad los demonios. Una horda, pero no como contaban las viejas que vendría. Fue poco a poco, fue ir viendo como iban desapareciendo , uno por uno, todos sus seres queridos, para volver cambiados, más fríos, más ariscos, más bellos.
Pero ella no.
Ella llevaba plata.
Ella se fue quedando atrás, encerrada en sí misma, en lo alto de su torre, muerta en vida en su aislamiento voluntario.
Pero la soledad no es un camino fácil. ¿qué puede más, el deseo de vivir, o querer seguir existiendo?
¿Puede estar una encerrada en una torre eternamente, viendo pasar tu vida una y otra vez en los ojos de todos, y no hacer nada?
Porque tenia opciones.
Tres opciones, como tres deseos.
Podía seguir luchando sola, por ser ella misma y morir olvidada.
Podía rendirse y dejar atrás sus crucifjos, dejar que su alma muriera para mantener la cordura.
o podía tomar el camino de la soga que pendía como un reloj, y el de la ventana que se abría a la calma y el de las flores de almendro que ofrecían otra existencia tras su blancura de cadáver...
¿Qué hacer?
¿Perder la razón, el alma o la vida?