Me conoces y me quisiste. Sigo aquí, ¿Sabes? En la misma estantería cubierta de polvo en la que me dejaste cuando creíste madurar, o cuando te regalaron algo mejor que una muñeca rota y vieja con ojos de botón.
Alguna muñeca rubia que canta o que duerme, más cara y exclusiva que la muñeca heredada de una hermana mayor o desenvuelta el día de Navidad de hace ya muchos años... Cuando aún eras una niña capaz de jugar con muñecas, antes de que crecieses y me desterraras al desván para hacer hueco a maquillajes y a vestidos.
Y te olvidas de mí. me olvidas mientras yo crío polvo sumida en la desesperación, en la amargura del recuerdo de unos años que pasaron muy rápido y no volverán. pero todo esto pasa sólo por mi cabeza, y tú nada sabes, y sigues regalando más y más muñecas a tus hijas, dándoles mi destino y haciéndolas hermanas mías.
Mujer que una vez fuiste mi ama y mi mamita, deja de regalar muñecas que después serán trastos. No te molestes en darme esos abrazos que aún de cuando en cuando me das, llenos de compasión fácil, rescatándome del olvido unos segundos y prometiéndome zurcir los jirones de mi falda para devolverme a mi exilio en la estantería.
A veces parece que a las muñecas de ojos de botón sólo se nos descosen los vestidos, pero ya todas tenemos los corazones deshilachados.
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